El Consejo de Ministros aprobó el viernes, 1 de diciembre, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional 2017, que previamente había recibido el visto bueno en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional, presidida por el presidente del Gobierno.

La Estrategia de Seguridad Nacional 2017 actualiza su predecesora de 2013 e subraya, entre las amenazas y los desafíos identificados, el terrorismo internacional, las amenazas a las infraestructuras críticas y las amenazas y desafíos en los espacios comunes globales: ciberespacio, espacio marítimo y espacio aéreo y ultraterrestre. Pone énfasis, además, en la naturaleza híbrida de los conflictos actuales, entendida como la combinación de acciones que pueden incluir, junto al uso de métodos militares tradicionales, ciberataques, operaciones de manipulación de la información o elementos de presión económica.

La Estrategia de Seguridad Nacional 2017 incorpora tres nuevos ámbitos de actuación: seguridad del espacio aéreo y ultraterrestre, seguridad frente a pandemias y epidemias, y preservación del medio ambiente. De esta forma, son quince los ámbitos de la seguridad nacional para los que la estrategia asigna un objetivo parcial y diseña las correspondientes líneas de actuación estratégica. Los quince ámbitos son: defensa nacional, lucha contra el terrorismo, lucha contra el crimen organizado, no proliferación de armas de destrucción masiva, contrainteligencia, ciberseguridad, seguridad marítima, seguridad del espacio aéreo y ultraterrestre, protección de las infraestructuras críticas, seguridad económica y financiera, seguridad energética, ordenación de flujos migratorios, protección ante emergencias y catástrofes, seguridad frente a pandemias y epidemias y preservación del medio ambiente.

La ciberseguridad o gestión de la seguridad de la información es una actividad crítica para asegurar la continuidad y el desarrollo del negocio, el cumplimiento de la legalidad vigente y generar confianza en las partes interesadas (clientes, personas, proveedores, propietarios y Sociedad). Cuanto mayor es el valor de la información, mayores son los riesgos asociados a su pérdida, deterioro, manipulación indebida o malintencionada. En una sociedad cada vez más interconectada, aumentan exponencialmente las amenazas y los riesgos a las que está expuesta la información.

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